En los últimos 20 años se ha impuesto el modelo de déficit fonológico para explicar la dislexia;  J. Artigas-Pallarés afirma que este modelo no ofrece una respuesta totalmente satisfactoria a los problemas relacionados con la comorbilidad y ciertas características de la dislexia.
La dislexia o trastorno de la lectura,  tiene una prevalencia estimada entre un 5 y 10 % de la población, incluso en algunos casos se ha llegado a estimar hasta el 17,5% y figura entre las principales causas del fracaso escolar. En la actualidad  sigue siendo controvertido  definir la etiología y los mecanismos cognitivos implicados.
Las definiciones aportados por el DSM IV y la CIE 10, establecen  la necesidad de que para realizar el diagnóstico debe existir una discrepancia entre el nivel de inteligencia (CI) y el nivel lector.

Al respecto Artigas-Pallarés propone algunas consideraciones.  La lectura frecuente, expone el autor, influye de manera significativa en las habilidades lingüísticas. Leer favorece la adquisición del vocabulario y agiliza el razonamiento verbal.  La capacidad lectora explica una parte de la varianza en  el cociente verbal  y en consecuencia del CI Total. Por lo tanto, afirma el autor, los diagnósticos fundamentados en la discrepancia entre el nivel lector y CI  total son excesivamente conservadores, ya que  excluyen los casos más graves de dislexia, en los cuales existe una clara influencia sobre los niveles de inteligencia verbal o general medidos por los test.

Artigas-Pallarés también señala las incongruencias de tener en cuenta la discrepancia entre nivel lector y CI manipulativo o razonamiento perceptivo.  Bishop, señala el autor,  demostró  que entre gemelos idénticos existía una alta coincidencia respecto al diagnóstico de trastorno específico del lenguaje, mientras que las puntuaciones arrojadas en el  CI no verbal cambiaban  notablemente entre uno y otro hermanos gemelos .

Diversos estudios han evidenciado que las dificultades fonológicas, apreciadas tanto en disléxicos como en malos lectores, muestran una elevada correlación con las habilidades fonológicas, en tanto que el nivel de inteligencia general influye mucho menos en la adquisición de la lectura.

La habilidad para la lectura está depositada en los genes, expone también Artigas-Pallarés, si consideramos la  alta heredabilidad que se pone en evidencia al comparar la coincidencia entre gemelos monocigotos y dicigotos. A pesar de esto, no está clara la existencia de ‘genes alterados’, puesto que la lectura,  es una creación cultural reciente en la historia de la evolución. Por lo tanto, los genes  influirán simplemente en la facilidad o dificultad para adquirir una técnica inventada por el hombre. En cambio se puede afirmar que diversas combinaciones genéticas pueden incidir  favorable o desfavorablemente en la habilidad lectora.

En resumen, Artigas-Pallarés señala algunas consideraciones a tener en cuenta en  el diagnóstico de Dislexia:

La dislexia es una dificultad específica, independiente de la inteligencia. Un niño puede ser disléxico tanto si es muy listo como si no es. La categoría dislexia sólo identifica falta de habilidad para la lectura.

Los genes vinculados a la dislexia no son genes con una anomalía específica, sino que forman parte de las variantes genéticas presentes en la población general. No existe "el gen" de la dislexia, sino que las personas disléxicas presentan una combinación genética que determina la poca habilidad lectora, del mismo modo que otra combinación genética puede determinar una dificultad para cantar, bailar o tocar el violín.

La dislexia encaja muy bien en el modelo de déficit múltiple respaldado experimentalmente. La dislexia, como otros trastornos del neurodesarrollo, se suele presentar como un conjunto de dificultades de competencia en ámbitos distintos y tiene una alta comorbilidad con el TDAH.

Fuente: J ARTIGAS-PALLARÉS, DISLEXIA: ENFERMEDAD, TRASTORNO O ALGO DISTINTO,  REV NEUROL 2009; 48 (Supl 2): S63-S69Copyright © 2016 Mercedes Lafourcade